FRÁCTAMA - C. 10

 


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Lo único que veía era oscuridad y más oscuridad. Un tiempo extenso en el encierro provoca estragos en las mentes y las almas de todos los que comparten la misma pena. El silencio ya sabía a ruido en esa profundidad donde hasta el sonido de la respiración parecía ser insoportable. Un curso de agua subterránea hacía las veces de música y a veces se sentía una lejana disrupción provocada por algún inexplicable suceso superficial. Sólo le quedaba su magia y creatividad para no caer en la sinrazón de un presente continuo y amargo.

Así transcurría el infinito de Áctavas en su encierro. De vez en cuando la mudaban de celda o sector y le asignaban distintas tareas dignas de una esclava. La separación desesperada de su Nang aquel día en la letanía había calado hondo en sus sentimientos y en su fe. Ya nada tenía sentido desde aquel momento en que los guardianes la escoltaron a esa tumba fétida. Más pensaba, más se alejaba de sí, de su manera de ser para darle paso a una faceta de su personalidad que no creía que existiera. El resentimiento se apoderó de sus días y la cólera se expresaba con un quejido que emergía desde el fondo de su garganta.

Escribió con mucho esfuerzo infinitas cartas, un manifiesto e innumerables proclamas que ponían a los procesados en condiciones de igualdad frente a la opresión de los líderes de Fráctama. Esos escritos esperaban ser leídos y compartidos por todos aquellos a los que la vida los había puesto en un lugar equívoco. El germen de la revolución se respiraba en cada una de las líneas que chorreaban como ríos caudalosos por esos antiguos pergaminos de colores terrosos. Todo lo establecido por siempre pasaba a ser cuestionado por estos manuscritos de la cárcel. Incluso la elección arbitraria de la vida en la superficie o debajo de ella para unos y otros.

El paso lento del tiempo provocaba una incógnita al tratar de adivinar la época en que se encontraban los prisioneros, si habían pasado años o décadas daba igual. Inesperadamente una mañana como cualquier otra se escuchó el ruido de las llaves acercarse por el corredor. Esta vez, en lugar de la ración diaria deslizaron por debajo de la pesada puerta una nota que llevaba un sello oficial. El plazo de la condena se había cumplido. La madera crujió cuando comenzó a abrirse el portón y una tenue luz inundó el corredor y los ojos de la sobreviviente.

El corazón golpeaba con fuerzas y las lágrimas comenzaron a brotar como desde un manantial cristalino. Dos guardias la pusieron de pie, ya que sus miembros se encontraban debilitados, recogieron sus pertenencias y la acompañaron por los sinuosos pasillos de la prisión para ser presentada ante un juez que le otorgaría su liberación tras la lectura de un documento. Sólo quedaron ella y él en la sala, separados por una mesa interminable. Las palabras del juez retumbaron en las superficies dentadas. Lo único que pudo retener en su mente aturdida fue la palabra “libertad”.

Muchas imágenes y pensamientos surgieron de repente. Entre todos ellos, claro está, se encontraba Nang. Una mistura de amor, nostalgia, enojo y mucho dolor atravesaba su pecho; ese dolor que no permite la respiración. A medida que avanzaba con sus propios ojos pudo ver la claridad del nuevo día. El primero desde aquella lejana despedida. Ya en la salida, avanzó sin rumbo por el camino de piedra cubriendo su cabeza con una capucha que la protegía del ardor del sol. La única pregunta que se hacía sin cesar era - ¿Y ahora qué?

Comentarios

  1. Amigos les comparto un nuevo episodio de esta historia fantástica. Espero les agrade. Abrazos.

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