FRÁCTAMA - C. 15
XV
Se vieron por primera vez después del nunca
jamás. Nang quedó traspasada por una estaca de fuego helado. De la cara de
Áctavas sólo quedaba un vago perfil y en su mirada ya no parecían morar sus
ojos. El tiempo, el encierro, los castigos, los oscuros pensamientos, las
preguntas sin respuestas y tantas emociones ahogadas en una garganta rota la
transformaron en un espectro que nada tenía en común con la proyección que
había imaginado Nang en sus sueños.
Caminaron a lo largo de un río de serpientes
plateadas y en cada meandro detuvieron sus pasos para luego proseguir calladas.
Nang desbordaba de inquietud mientras que Áctavas era toda calma. La primera respiraba agitada y sonoramente
para romper el mutismo, quería contarle todo lo que le sucedió desde que se
alejaron aquella desgraciada vez y también saber cuál fue la suerte de su amor;
la otra se mantenía ausente como quien no participa del juego y no siente
interés en iniciar una conversación. Hasta que en un recodo alejado ambas
detuvieron del todo su andar.
-No te asombres. Aquí estoy, ya me ves como
pediste por tantos años, los mismos que pasé pagando el precio más caro que el
amor puede exigir. Te pensé, te lloré, te amé y odié con la misma intensidad.
Me sobró tiempo para perdonarte y volverme a enojar con tu existencia y tu
error, el mío. No te asombres por favor, me duelen tus ojos – expresó Áctavas
implacable, mientras acercaba aún más su cuerpo al de una Nang sorprendida y
expectante.
Luego de un momento de insostenible viento y
silencio aturdidor, Nang se pronunció: -Nada de todo lo que digas va a borrar
lo que siento, no hay razón para causarnos más dolor del que ya nos
ocasionamos. No digas más de lo que ya enunciaste, no digas nada. A veces las
palabras pueden lastimarnos de manera artera y ya no debemos soportar más de lo
que toleramos. Te puedo asegurar que en lo único que pensé en todo este tiempo
fue en volverte a encontrar. Me imagino lo que debes haber padecido por mi culpa
y te pido perdón por haberte hecho penar.
Los soles se tornaron a un naranja furioso y aumentaron
su intensidad y calor. Ambas se observaron en una elipsis plagada de preguntas.
–¡Estamos aquí por primera vez, solas tú y yo con tanto por decirnos! ¡Dejemos
todo lo que pasó atrás y regalémonos esta oportunidad para vivir lo nuestro
desde cero! Esta vez sin reglas, leyes ni castigos. Este será nuestro nuevo
mundo donde podremos comenzar una existencia juntas y compartir todos nuestros
momentos como siempre soñamos. Permíteme sanar tus heridas y alejar tus males
de una vez y para siempre- suplicó Nang.
- Cómo explicarte lo que siento. En esa eterna
oscuridad a la que fui arrojada me abismé sin retorno. Se apagó lo que alguna
vez latió en mi pecho. Todo aquello que consideré inmodificable se trastocó a
mazazos de conciencia, mi propósito en la vida dejó de ser encontrarte y
fenecer juntas. Las penumbras de mis noches y días parieron otro ser, una
mentalidad distinta se apoderó de mi pensamiento. Encontré en ese hueco otro
propósito para mis huesos. Tengo un nuevo camino trazado y lo he de transitar
en soledad. Mis sentimientos me apegan dulcemente a tu compañía, pero mis
tripas me piden a gritos que continúe mi viaje.
- ¡No me hagas esto mi alma! ¡No tenía nada y
ahora que creí tenerlo todo me encuentro con esta mezquina verdad que arrasa
con mil años de hastío en los que sólo me quedaba la ilusión de volver a ser
feliz! - gritó desgarrada Nang. Brotaron remolinos de viento a su alrededor que
giraban arrastrando todo lo que encontraban a su paso. Enojo no es la palabra
más acertada en este caso. ¿Cómo se hace para enojarse con quien amamos? pensó
lamentándose y desde su interior brotó una exclamación en forma de
autocompasión -Ya lo sé, no hay explicación. ¡Otra vez no hay explicación!
¿Otra vez?
Áctavas la observaba distante. No quería
lastimar a Nang pero tampoco pretendía que se rebajara a suplicar por un
sentimiento que ya hacía tiempo no existía en ella. Pensaba en su búsqueda
personal, en un camino por recorrer, en el propósito liberador de su alma y,
lamentablemente, Nang no se encontraba dentro de esos planes, es más, sería un
lastre o un freno en la consecución de sus objetivos. La bruja le pidió una
explicación para calmar su conmoción. No podía entender que el sujeto de su
amor se le negara por una meta superior a estar juntas.
-Fue un gran error volverte a ver. Hubiese
preferido quedarme con el ensueño eterno de encontrarte antes que llevarme tal
desilusión- señaló Nang con un semblante borroso por tanta bruma. –Espero que
algún día puedas entenderme, pero hoy no existen las palabras para sincerarme
contigo- le contestó Áctavas con suma tranquilidad. La sensación de paz que
reinaba en ella es la que sólo puede sentir quien sabe estar haciendo bien las
cosas, quien pone en palabras una decisión ya tomada.
-Mi propósito va más allá de encontrar a
alguien con quien compartir la existencia. No en vano pasé lo que pasé. Hay
mucho trabajo por hacer y debo estar bien para llevarlo adelante. Voy a corregir las antiguas leyes y crear una
comunidad de iguales. Nadie merece padecer las penurias que me tocaron vivir y
no pienso huir de mis miedos, todo lo contrario; los voy a enfrentar cara a
cara. Volveré por donde vine y me abrazarás con tu aura para enaltecer mi
empresa. Es lo único que le pido al ser que más amé en mi vida. Sólo vine a
buscar tu bendición para arriesgar mi pulso. Te pido disculpas por no quedarme
en este paraíso contigo, pero siento que pertenezco a un mundo que agoniza y
necesita de mi ayuda -. Estas fueron las palabras que usó Áctavas para
despedirse de una Nang destrozada por dentro.
- Tienes mi bendición si eso necesitas. Tienes
también mi amor por siempre. No hace falta que expliques más nada. Alguna vez
encontré en ti el sentido de mis días y ahora ya ves, parecemos dos
extrañas. Qué hermoso volver a verte, qué error encontrarte, cuánta alegría me
da saber que estás viva, cuánto dolor me causas. Déjame de una buena vez y
emprende tu misión. Ya sabré qué hacer con este nuevo mundo, mi casa, mi templo
– contestó Nang y estrechó sus alas con la figura sombría que tenía delante.
-Desde la distancia todo parece distinto, los
sentidos saben falsear la realidad y nos ofrecen lecturas erróneas querido
amigo. No importa si se reencontró con Áctavas y planean seguir juntas, no nos
anticipemos; podemos estar equivocados. Acá estamos nosotros, los que
recorrimos el éter por saber cómo estaba– dijo Marás a un Ral ansioso mientras
miraban atentos desde una pendiente empinada la escena del abrazo eterno entre
las amantes. Lejos también estaban de comprender que ese no era más que un
abrazo de despedida.
Queridos amigos! Les presento el ante último capítulo de esta historia fantástica. La que me acompañó todo este año al igual que ustedes. Espero que la disfruten tanto como yo al escribirla. Abrazo.
ResponderBorrar