El Ruido que Apaga los Ruidos
Me parece que se pasó de la raya. A este tipo
se le fue la mano. A esto lo tenemos que parar sea como sea. No puede ser que
esté metiendo la nariz en todos lados, manoseando nuestro trabajo de esa manera
y encima, el muy bocón, después anda diciendo idioteces por ahí como si nada. A
un jodido como éste hay que darle una buena lección para que sepa que con
nosotros no se juega. Lo peor de todo es que mientras hablamos y disfrutamos
este tabaco el muy sinvergüenza anda metiéndose donde no lo llaman. No lo
soporto más.
Los estibadores van y vienen como hormigas,
cargando cajas y bolsas enormes con una practicidad increíble. Son las cuatro
de la mañana y apenas se ve el piso por el que caminan. El barco es enorme y
tiene una estrella dibujada sobre la proa seguida de una inscripción que no se
alcanza a divisar desde ese lugar. Saca de su bolsillo un papel y se lo muestra
a un encargado. No viene solo, lo acompañan un par de uniformados. Abre una
caja y después otra, y otra. Mete sus manos en ellas y revuelve con furia su
contenido. Se queda con una de ellas y se retira.
En otra parte de la ciudad, un hombre en
decadencia ve cómo su mundo se cae a pedazos. Lo acaba de dejar su mujer,
llevándose a su única hija consigo. Irán a casa de unos familiares de ella. Se
entera cuando vuelve del prostíbulo que frecuenta y ve que esta vez va en
serio. Aún siente el cansancio en su cuerpo. El alquiler de la polaquita valió
la pena. La piba no sabe hablar, es mejor así. El dueño del conventillo golpea
la puerta de la pieza y le recuerda que le debe varios meses y que si no paga
al otro día se va a tener que mandar a mudar.
Los ánimos están caldeados. El cruce de
palabras apesta. Se presentan las pruebas y comienzan los insultos. Uno se arregla
el bigote mientras trata de que los ojos no se le salgan de ira. Los ademanes y
las burlas son parte del paisaje. El viejo sigue su discurso y siente que nada
lo puede parar; que tiene todo a su favor. Por el pasillo se acerca un hombre.
Todo es un caos. El amigo del viejo lo ve. Se para como un resorte y corre al
cruce. El ruido apaga los ruidos. Nadie entiende nada. Todos corren menos tres.
Uno tiene el fierro caliente en sus manos, el otro está tendido sobre el piso y
el viejo lo abraza con desesperación.
Desde su banca, una sombra mira la escena; y a
ella se le suman otras. Clavan sus ojos en la nuca del viejo mientras frotan
sus manos de manera lenta y silenciosa. Ordenan sus papeles de manera prolija.
Comparten el mismo pensamiento, las balas no llegaron a destino pero igualmente
hicieron su trabajo. El viejo está muerto.
A Lisandro
de la Torre y Enzo Bordabehere.
Referencias:
Película: “Asesinato en el Senado de
la Nación” año 1984, Juan José Jusid, Carlos Somigliana, Pepe Soriano, Arturo Bonín, Miguel Ángel Solá.
Pacto Roca Runciman. Año 1933.
Lectura sugerida:
https://www.elhistoriador.com.ar/asesinato-en-el-senado-de-la-nacion/
Cuántos aplausos te doy? Todos los que quieras 👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏. Me encanta ésta faceta tuya de escritor. Vamos por muchos más relatos 💪
ResponderBorrarGracias totales Amiga!!🙌
BorrarExcelente!!!
ResponderBorrarMuchísimas gracias!!!
BorrarBrillante 🌞
BorrarMuchas gracias!!!
BorrarPar favarrr cada día mejor. Vamos por más relatos amigo. Aplausos para vos 👏👏👏👏👏 Te re contra felicito
ResponderBorrarMuchas gracias Flor!!! La idea de este escrito es invitar al lector a ver la película y conocer nuestra historia. Este asesinato nos permite reflexionar y pensarnos como sociedad. Antes, ahora y mañana.
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