FRÁCTAMA - C. 8



 VIII


            Buscó con cuidado en su saco. Se escuchaba el tintinear de frascos y botellas. El ruido a metal y vidrio cortaba el duro sonido del viento en Kram. Al fin dio con un instrumento parecido a una llave, respiró profundamente y se encomendó a su destino. Arrancó de su cuello el relicario de arcilla, lo depositó sobre la mesa. Estudió sus lados con atención como si fuera la primera vez que lo observaba. Introdujo la llave en una pequeña ranura, pero en vez de girarla presionó hacia el centro con fuerza pensando en su buen amor. Para su asombro el cascarón de arcilla se resquebrajó para dejar ver un pequeño cristal de núcleo, una réplica a mínima escala del corazón de Fráctama.  Una verdadera maravilla. Nang tomó la gema con sus garras. Ésta iluminó con fuerza todo a su alrededor y segundos más tarde comenzó a crecer capa sobre capa como lo hace un verdadero fractal de luz al multiplicarse. La sibila lo elevó y lo soltó; entonces la piedra comenzó a levitar y brillar como un nuevo y poderoso sol.

           Nang, con su mirada absorta, pronunció un conjuro que iba creciendo en volumen y ritmo. Lanzó al aire una pieza en forma de dado y ésta se desplegó hasta formar un portal de acceso. Como si el tiempo apremiara recogió su parque, batió sus alas y tanto ella como la luz brillante que acababa de nacer fueron tragadas por el vórtice. Kram volvió a quedar tan desolado como lo estuvo antes de la llegada de la visitante; como siempre.

            Del otro lado de la ventana se abrió un túnel estrecho y a la par otro imbricado que cumplía una función de espejo. Nang se decidió por el pasaje principal y una vez en él y a medida que se internaba observó que en el corredor contiguo se desplazaba su viva imagen, pero con otro plumaje y con una edad más temprana. Azorada por la visión apretó con fuerzas sus garras sobre el nuevo núcleo y encorvó su cuello para asegurarse de llevarlo consigo. La esfera también devolvió su efigie rejuvenecida. Sin dejar de batir sus alas para no perder velocidad se encontró con una renovada energía que corría por sus venas y la verdadera satisfacción de estar en camino a recuperar su vida.

En su mente se presentaban un millar de opciones y posibilidades, sueños de un futuro cercano, inmediato y en todas esas imágenes siempre ubicaba a Áctavas en el centro. Nada sabía de lo que le esperaba, pero su ansiedad no le permitía descansar ni un instante. De vez en cuando batía sus alas como para despertar de sus abstracciones, pero después de un lapso volvía a las mismas interpelaciones y así continuaba su viaje hacia quién sabe dónde.

Fue entonces que decidió redirigir su actividad mental, reemplazando pensamientos del porvenir por resabios del pasado. Uno a uno los recuerdos se presentaron de forma vívida y estremecedora. Repasó su llegada a Fráctama, el recelo con que fueron recibidos por los sabios a cargo, desconocidos antiguos ministros de la tríada. Ellos, por pedido de Alav, dejaron que todo fluya de acuerdo a un improvisado protocolo de bienvenida y hospedaje hasta saber cuál era el verdadero propósito de la visita de los exiliados. Claro, no sabían si recordaban su pasado y venían a recuperar lo que perdieron o estaban acogiendo a tres amnésicos que habían encontrado el camino de regreso por una inexplicable casualidad.

Luego de una larga estadía de armónica convivencia en que los visitantes aprendían las costumbres y tradiciones propias del mágico mundo sucedió lo inevitable.  Áctavas, en uno de los tantos encuentros a solas con Nang y cediendo a las peticiones de contestar las mil incógnitas que planteaba su par, le mostró los libros y documentos donde se registraron los abusos que había sufrido el pueblo en manos de los pretéritos monarcas. Ante el descreimiento lógico y absoluto le proporcionó una pócima niquelada para que volviera a recordar las épocas de su reinado. Nang bebió nerviosa el frasco completo y como si se tratara de un fuerte veneno sufrió un largo desmayo. Cuando despertó sintió náuseas y sufrió de temblores en todo el cuerpo, pero algo en su mirada se había transformado como quien se reencuentra con su identidad, la asume y recupera la seguridad que le había hecho falta desde aquel último día en Fráctama hace eones. Se incorporó, miró a su compañera y le agradeció envolviéndola con sus brillantes alas.

Tras interminables horas de incertidumbre, Nang compartió su verdad con sus compañeros. Ambos fueron abordados por el asombro y la incredulidad. Luego de beber la misma poción y recobrarse de ella pudieron rememorar aquella época de gloria y estragos. Los tres sintieron un enorme dolor y hasta sed de venganza. Pero nada podían hacer ya que para esa hora el Concejo estaba anoticiado de lo ocurrido entre las amantes y por lo tanto se tomaron severas medidas.

Casi resignados a su suerte, fueron conducidos hacia un edificio gris y opaco que se ubicaba apartado del centro de las miradas. Una vez en su interior, se dieron cuenta que se encontraban en una especie de museo que los mostraba en su época de esplendor con vivas imágenes de sus reinados. Documentos y archivos interminables fueron clausurados en ese lugar con el propósito de guardar para siempre el recuerdo de tanta oscuridad. Pasaron interminables horas en que todo lo que quisieron saber sobre sí mismos les fue explicado y ofrecido. El dolor de unos y otros era notorio en sus rostros y miradas. Al final del recorrido, Alav los anotició de su segundo exilio. Los ancianos optaron por volverlos a expulsar al lugar de donde vinieron, pero esta vez con la tortura de recordar todo el sufrimiento que le habían provocado a su pueblo.

Comentarios

  1. Queridos lectores. Les presento un nuevo capítulo. Nang se encuentra entre un antes y un después. Y ustedes quizá estén parados en la mitad de esta historia. Gracias por acompañarme en el recorrido.

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