Erótica



Ella lo era y lo personificaba. Todo su cuerpo le susurraba al oído. Sus piernas, su pelo, su mirada y su voz escribían el mapa de sus deseos al límite de mojar su ropa con solo pensarla. Bastaba un mínimo gesto, unas pocas palabras para recostarse y soñarla. Precisamente en los sueños habían quedado en encontrarse. Ella lo había invitado y fue allí donde se tocaron por primera vez.

Él la encontró en un lugar concurrido. Estaban sentados en la punta de una mesa y de repente comenzaron a frotarse con ganas por debajo del mantel con la adrenalina a tope por la posibilidad de ser vistos. Luego se escaparon sin dejar rastros, se encontraron, se contaron historias, transformaron la habitación en un ritual y lo mínimo fue inconmensurable. Ella avanzaba, él resistía, ella lo miraba, él se estremecía. Ella se convirtió en un ángel cumpliendo fantasías y le dio un nuevo significado al verbo lamer.

Ella lo descubrió gracias a una luz tenue y lo soñó con un beso; no cualquiera, fue de esos que con un suspiro y un cerrar de ojos se reviven y hacen juntar las rodillas y entrelazar las piernas. Lo desafió a entrar al mar sin saber nadar, pero no les importaba porque les gustaba la idea de desconocer qué había en las profundidades. Entonces lo tomó de la mano, caminaron desnudos por la fina arena y llevados por la brisa se sumergieron igual.

En todos los elementos recorrieron sus cuerpos una y otra vez. El viento abrió camino a su encuentro de aromas, la tierra hizo que echen raíces penetrándose, el fuego los fundió en la pasión convirtiéndolos en una espada y el agua templó su lujuria sólo un instante para volver a empezar. Se regalaron el tiempo, se vieron el alma, se fundieron en un cuerpo y se elevaron por los aires con cada palabra que se escapaba de sus bocas.

En el instante previo al amanecer, ambos coincidieron en un viaje por rutas desiertas y con rumbo desconocido. Pese a las turbulencias de esos días y a las imágenes mentales que aparecían al costado del camino sentían calma por saberse acompañados. Él conducía relajado y cada tanto giraba su cabeza para desear esos labios que se movían al hablar.  Ella le acariciaba la pierna para hacerle saber que estaba ahí, en el mismo sueño. Se reían, escuchaban música, respiraban el momento y compartían sus secretos. Ella se acercó suavemente, pasó su brazo por detrás de su cuello y deslizó: "Un poeta dijo que la piel es de quien la eriza". Se miraron profundamente, se besaron y se perdieron.

Comentarios

  1. Amigo querido, una vez más me enorgullezco de vos. Éste relato está excelente. Haces que la imaginación vuele con cada palabra escrita. Seguí así socio.

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  2. Amigo interesante e intensos relatos. Ideal para volar con ellos. Felicitaciones y que siga edificando la imaginación o vivencias para compartir con quienes te leemos y queremos.
    Un abrazo lleno de Luz. Como me gusta decir.

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  3. Volé, soñé y fui a cada lugar donde me llevaron las palabras! Increible, hermoso relato! Mágico!

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    1. Qué hermoso que con la lectura se puedan experimentar tantas sensaciones juntas verdad? Con lo que me contás ya me puedo dar por hecho Pao!! Gracias siempre!!! 🙌

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